¿Identidad o identificación?

¿Identidad o identificación?

 

En el transcurso de nuestra vida, nos han enseñado que el mundo que vemos y nuestra existencia en él, necesita de etiquetas. Desde nuestros padres o familia nuclear que nos inculcan «por nuestro bien» el pensar, actuar y sentir como ellos lo hacen; o en la escuela, aprendiendo los adjetivos calificativos de las personas, situaciones o cosas, en vez de solo aceptarlas por lo que son en esencia.

Generalmente las personas tienden a adaptarse a su entorno, haciendo, juzgando, diciendo, pensando y sintiendo igual que la mayoría, porque creen que ese es el “correcto” o “único” modo de vida, resultado de que no se han detenido a cuestionar y valorar si eso que han decidido aprender va en sintonía con lo que dicta su propio corazón.

Pocos son los que se atreven a expresar lo que realmente hace vibrar su mundo interior, porque se asume que, así como ellos han aprendido a juzgar, los demás pueden juzgarlos a ellos también. Y en un mundo enamorado de la aprobación, entran en un estado de miedo que los orilla a evitar exhaustivamente el rechazo. Y en su búsqueda constante de ser aceptado en la sociedad bajo sus supuestos términos colectivos, nace la insatisfacción y falta de plenitud en las vidas de dichas personas.

Esta cuestión hace invisible percatarse que ese rechazo que no se desea, ya existe en su vida. Y este es el rechazo generado hacia uno mismo, que más tarde se verá reflejado en los demás porque, debemos saber que, los demás nos perciben como nos percibimos a nosotros mismos. Es decir, al intentar agradarle al mundo, dejamos de agradarnos y, en efecto, al mundo en general, que era lo que tanto se quería evitar. Pues estando tan hipnotizados escogiendo las diversas máscaras exteriores, no permiten conocerse y olvidan manifestar lo que hay en su corazón. Esa es la pérdida de identidad mayor del ser humano. Buscar en el exterior una explicación que solo su interior puede responder. Lo cual los obliga a perseguir satisfacción o “identidad” en las cosas externas o materiales, porque en su interior, no han encontrado el equilibrio que desean. Cabe mencionar que con ello no se logra descubrir la identidad, a lo único que se llega es a la identificación superficial.

Cuando entiendes que la vida simplemente es, que prescinde de etiquetas, te permites la libertad y el poder de crear tu vida al máximo de tu capacidad. Una capacidad que no está de más decirlo, es infinita. Con esto también caes en cuenta de que el ego, es el único que ha juzgado, juzga y juzgará la vida, según sea su percepción. Pero tú no eres ego, solo posees uno. En realidad, eres espíritu. Y parafraseando a Rumi, «eres el espíritu incondicionado, atrapado por las condiciones.»

Al ego le gusta lo falso, lo irreal, pues solo con cuentos es que justifica su existencia, necesita constantemente defenderse y hacerse notar, disfrazando así tu auténtica identidad para ocupar su lugar. Pero cuando más te acercas a tu esencia, recuerdas que cuando más simple es, más potente también es.

Cada que sientas la necesidad de identificarte con algo, recuerda que esa necesidad viene desde el ego. Un ego que está a tu servicio, no al revés. Pues tu verdadera esencia está en tu identidad, y esta viene de tu espíritu, reconociendo esto, accederás a toda la sabiduría que hay en él. Permitiéndote una libertad total, sin necesidad de nada, pues descubres que lo posees todo.

A continuación, te dejo un breve video, que resume este artículo en palabras simples pero llenas de valor.

 

https://drive.google.com/file/d/0B5wfL11V7FrLNHhydGRyMnhCRGc/view

 

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